El complejo mundo de los complejos

¿Qué es un complejo?, ¿por qué se forma?, ¿cómo podemos combatirlos?

Aquí os dejo el artículo completo que ha escrito Noelia Sanjuan y para el que ha contado conmigo para publicarlo en el periódico Ideal Granada, en su edición digital. Os dejo también las preguntas que contesté para la elaboración de este artículo. Y tú, ¿tienes algún complejo?

Os dejo también las preguntas que contesté para la elaboración de este artículo. Y tú, ¿tienes algún complejo?

¿Qué se entiende por complejo y cómo surge?

Un complejo supone un conjunto de emociones, pensamientos y conductas relacionadas que puede tener aquella persona que siente que tiene algo diferente y anormal cuando se compara con los demás. Todos tenemos pequeños complejos, simples cosas que no nos gustan de nosotros mismos: nuestra barriga, esa oreja que tenemos más separada de la cuenta, unas manos feas producto de comerse las uñas, o un oído musical pésimo. El problema viene cuando ese complejo invade la vida diaria de la persona de forma que la hace sentirse tan mal que perturba sus relaciones sociales, su trabajo… su satisfacción en general.

El cómo surge es complicado de explicar. Tendríamos primero que sentar las bases de qué es normal o no, qué es bueno o está bien o no. Los complejos surgen de la percepción de que ese aspecto o cualidad es diferente y se cataloga como malo o indeseable. De alguna manera también va unido a la necesidad de aprobación que tenemos de los demás. Sin este último aspecto, nuestro defecto nos molestaría, pero no haríamos tantos intentos por corregirlo si no pensáramos que tenerlos nos puede alejar de tener amigos, pareja o el respeto de nuestros seres queridos.

Un bebe con orejas de soplillo no va por la vida lamentándose de sus orejas. No es hasta que le enseñamos, de alguna manera que su orejas no cumplen los cánones estéticos, no son normales, son feas. ¿Pero quién decide qué es bonito o no?

En el fondo todo es subjetivo. Lo malo es que para ciertas cosas, la sociedad sí que ha establecido esos cánones. Y queremos mujeres delgadas, hombres atléticos, personas que todo lo saben y sin defectos físicos. Un día se nos olvidó que lo que vale es lo de dentro.

Y como productos de la sociedad que somos, trasmitimos a nuestros hijos esos valores o normas. Y un niño no entiende por qué, pero se ríe del compañero que lleva gafas. Si le pidiéramos una explicación fundada, no sabría darla. Ha escuchado quizás a su madre decir que no se pone gafas porque con lentillas está más guapa; en los dibujos de la tele, ha visto cómo su personaje favorito se reía de otro dibujo por la misma razón. Y quien dice los padres, dice los maestros, los amigos, los vecinos… porque todos interactuamos con todos, y nos pasamos la vida criticando nuestro michelín o el de la vecina, o a fulanito que es un inculto y que no sabe todo lo que debería.

¿A qué edades comienzan a aparecer?

Lo normal es que sobre los 6 años puedan aparecer. Como hemos dicho antes, el complejo surge de una comparación de lo que yo tengo y de lo que se supone que estaría bien tener. El niño necesita que su desarrollo cognitivo haya llegado a la madurez suficiente que le permite hacer esos juicios y comparaciones, además de sentir la necesidad de ser respetado y querido por los demás.

¿Qué hace que broten esos complejos?

Esa necesidad de que aprobación por parte de los demás. El complejo va unido a una falta de autoestima, pues en muchas ocasiones el “defecto” lo es solo para la propia persona que lo tiene. A veces, si hemos recibido una crítica excesiva en casa por ese defecto (unos padres que corrigen y critican excesiva y continuamente a su hijo cuando tartamudea) u otra persona importante a nuestro alrededor, se puede producir esa aparición. Por observación también se aprender: ya sea porque vemos como critican a mi compañero gordito del cole o bien en el sentido contrario, lo mucho que alaban al chico atlético que juega bien a todos los deportes.

¿Cuáles son los más frecuentes?

Yo diría el por todos conocido como “complejo de inferioridad”, así como los complejos relacionados con el aspecto físico.

¿Necesita mucha gente de tratamiento psicológico para superarlos?

Pues aunque resulte chocante, hay más gente que viene a consulta por este tipo de cuestiones que por psicopatologías graves. Este dato viene a decirnos de nuevo que es algo frecuente entre la población general y la parte positiva, que no se conforman y deciden trabajar para superarlo.

¿Cuándo pasa de ser un simple complejo a convertirse en una obsesión?

El manual que utilizamos en psicología para clasificar los trastornos es el DSM-IV-TR (“Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales”). Literalmente, este manual define las obsesiones según los siguientes criterios:

  1. pensamientos, impulsos o imágenes recurrentes y persistentes que se experimentan en algún momento del trastorno como intrusos e inapropiados, y causan ansiedad o malestar significativos: Las personas perciben estos pensamientos como algo que se les mete en la cabeza, que aparece de repente y que no se van, por mucho que lo intenten (por ejemplo: para las obsesiones relacionadas con complejos, el pensamiento podría ser: “estoy gorda, estoy gorda, gorda, gorda”). A veces aparece en forma de imágenes (por ejemplo, la persona se imagina a sí misma en una situación desagradable o le viene la imagen de ella frente al espejo con esos michelines que tanto odia).
  2. los pensamientos, impulsos o imágenes no se reducen a simples preocupaciones excesivas sobre problemas de la vida real: uno puede estar preocupado por su aspecto o por su peso, como medida de salud, por ejemplo. En las obsesiones la frecuencia de los pensamientos es desorbitada y además, no es racional en el sentido que la preocupación es desmesurada (igual, hasta la persona objetivamente no está gorda).
  3. la persona intenta ignorar o suprimir estos pensamientos, impulsos o imágenes, o bien intenta neutralizarlos mediante otros pensamientos o actos: al ser pensamientos tan desagradables, las personas intentan que no aparezcan esos pensamientos o buscan alguna distracción o “truco” para intentar que se vayan, pero vuelven a aparecen una y otra vez.
  4. la persona reconoce que estos pensamientos, impulsos o imágenes obsesivos son el producto de su mente (y no vienen impuestos como en la inserción del pensamiento): Es decir, la gente es consciente de que estas obsesiones la produce su propia cabeza; la inserción del pensamiento hace referencia a trastornos psicopatológicos como la esquizofrenia, para que tu me entiendas, en la que la persona llega a creer que alguien le ha metido el pensamiento en la cabeza.

En resumen, podríamos decir que el complejo pasa a obsesión cuando la persona percibe que no deja de tener ese tipo de pensamiento desagradable, que además no es lógico tener en el sentido de que va más allá de una preocupación “sana”, hay esfuerzos reales por anular los pensamientos negativos que la persona reconoce como obsesiones producto de su mente. Principalmente, la diferencia es que el pensamiento es muy frecuente, aparece una y otra vez y perturba seriamente la vida y el bienestar de la persona.

¿Cómo se puede dar carpetazo a todo eso que nos acompleja?

Pues como tu bien has dicho, con la ayuda de un psicólogo, que nos ayude a cambiar esa percepción subjetiva que tenemos de nuestros “defectos”. En general, se trabaja en las siguientes líneas, y por supuesto, dependiendo del caso en particular:

  • Trabajar el pensamiento, en el sentido de no dar por sentado que lo que evaluamos como motivo de complejo realmente lo es.
  • Entender por qué se producen e identificar en la vida de la persona los motivos que le han llevado a eso. Cuando el paciente tiene conocimiento y una explicación de los porqués de su malestar, es mucha más fácil avanzar.
  • Trabajar los pensamientos irracionales relacionados con su complejo.
  • Trabajar la autoestima, para que valore realmente quién es.
  • Fomentar la asertividad, habilidades sociales e independencia de la persona, de forma que no se sienta por debajo de nadie, que sepa enfrentarse a aquellos que puedan ridiculizar o aumentar su complejo, y sobre todo esa independencia para disminuir la necesidad de aprobación social y convertirla en la única juez de sí mismo.
  • En el caso de el defecto físico sea importante y objetivo, también hay que darle técnicas la paciente para que sepa aceptar la realidad, pero que sepa diferenciar entre “algo que no me gusta tener o es un inconveniente para mi bienestar” y “algo que me define como persona en mi totalidad y es tan terrible que debo sentirme irremediablemente muy desgraciado por ello”.

¿Favorece la sociedad actual la aparición de esos complejos?

Sí, como te he comentado antes.

¿Por qué es tan complicado sentirse a gusto con uno mismo?

  • Por esos modelos que la sociedad nos ha inculcado. Nunca llegaremos a esa perfección.
  • Por la misma idea de perfección: hay un valor en la sociedad o una idea inculcada de que hay que esforzarse, ser perfectos, si no, no vales.
  • Por esa necesidad, como seres sociales que somos, de necesitar ser aceptados por el grupo. Esto ya fue un factor importante para la supervivencia, y en definitiva, seguimos trayendo esa en la mochila.
  • Y yo tengo mi teoría: por el propio inconformismo del ser humano, que nunca estará a gusto ni consigo mismo, ni con lo que tiene. Pero esto también nos ha ayudado en muchas ocasiones a avanzar. Si nos hubiésemos conformado no hubiésemos conseguido tantos logros para la humanidad. El mismo cuerpo ha cambiado según nuestras aspiraciones y deseos de tener más y mejores cosas o situaciones.

Un último consejo para aquellos que tengan complejos: cuando un ser querido nos habla de su complejo “estoy gorda, me veo fatal, desde que me quité de fumar no consigo bajar estos kilos” o “es que yo no sé hablar en público, no tengo esa capacidad de saber comunicar, de saber llegar, me avergüenzo cuando estoy con los clientes, hasta tartamudeo de los nervios, qué desastre”, ¿qué le contestamos? Rebajamos ese pensamiento, le quitamos importancia, lo convencemos con pruebas de que no tiene razón, que debe valorarse más, le recordamos sus logros diarios, su fuerza de voluntad por dejar de fumar, la admiración que le tenemos por seguir en ese trabajo, que lo fácil es rendirse. Cuando un ser querido nos habla de su complejo… somos BENÉVOLOS. ¿Por qué nos medimos nosotros con diferente rasero?

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