Cómo abordar problemas de conducta en niños
Los seres humanos somos seres sociales que estamos preparados para adaptarnos a la vida en sociedad, lo que requiere que poseamos una serie de habilidades y normas de conducta. Nacemos sin todo ese conocimiento, y es en la infancia cuando, a través de la socialización con la familia y el entorno, se adquieren esos recursos. Por ello es tan frecuente que durante la infancia nuestros hijos a veces parezcan saltarse esas normas sociales que para los adultos son tan obvias, (por ejemplo, no cruzar cuando vienen coches, dar las gracias cuando vamos a una tienda, saludar y despedirse, respetar los turnos…) lo que nos obliga a estar continuamente modelando su conducta.
Estos pequeños desafíos a las normas pueden no ser demasiado problemáticos. El problema aparece cuando las conductas desafiantes son cada vez mayores y tenemos la sensación de que nos es imposible hacer que nuestro hijo obedezca o que se comporte conforme es esperado. En este caso, estamos hablando de comportamientos que van desde desobediencias propias del día a día (negarse a hacer los deberes, molestar a su hermano/a, negarse a comer lo que no le guste…) hasta conductas más agresivas (insultos, romper objetos, molestar excesivamente a los demás, pegar…)
Qué factores influyen en su conducta
A veces, en un intento desesperado por encontrar la causa del mal comportamiento de nuestros hijos, nos olvidamos realizar una revisión global de todos los factores que rodean al menor, esto es, su medio externo y su medio interno:
- Medio externo: el medio externo son todos los entornos en los que se desarrolla: la familia (la casa/casas en las que se está criando, las relaciones con sus padres o familiares a su cargo, las relaciones con hermanos y primos…), el colegio (clase en la que se encuentre, sus relaciones con los compañeros, sus relaciones con los profesores…) y los medios de comunicación (acceso a nuevas tecnologías, aprendizaje por observación)
- Medio interno: hace referencia a la personalidad, el temperamento, el estado afectivo y el desarrollo cognitivo del menor. Esto último hace referencia al acceso a habilidades y herramientas que permitan procesar las emociones y enfrentarse a operaciones complejas que faciliten la adaptación al medio. Por ejemplo, un niño de 6 años no tendrá la misma capacidad para controlar sus impulsos que un niño de 10 años, ya que la capacidad de inhibición aún no estará desarrollada en su totalidad (habilidad que permite no realizar una determinada conducta en un contexto que no es adecuado, por ejemplo, sacarse un moco en público). Así mismo, la identificación y gestión emocional es diferente en cada etapa evolutiva, existiendo en la más tierna infancia una dificultad para hacer frente a emociones muy intensas, como la tristeza, que algunas veces terminan disfrazándose de ira y escondiéndose bajo una mala conducta.
¿Existe alguna manera de evitarlo?
Aunque es imposible tener control sobre todos los factores que rodean a nuestros hijos, la psicología nos ofrece muchas herramientas que podemos utilizar y aprovechar para identificar las problemáticas que puedan estar teniendo una mayor influencia. El primer paso es realizar un análisis sobre el contexto global del menor, es decir, sobre todos los factores externos e internos que hemos mencionado anteriormente. En este sentido, es útil preguntarte lo siguiente:
- ¿Mi hijo/a podría estar percibiendo algún problema en casa?
- ¿Podría estar teniendo algún problema en el colegio/actividades extraescolares?
- ¿Podrían existir emociones que no están siendo bien gestionadas (tristeza, frustración, sentimiento de soledad…)?
Otro factor muy importante que debemos revisar son las normas que como padres o cuidadores ponemos y cómo hacemos que se cumplan dichas normas: ¿Qué normas hay en casa? ¿Qué comportamientos quiero que tenga mi hijo? ¿Le puedo estar exigiendo mucho o que realice actividades que no le motivan? ¿Le exijo muy poco? ¿Pasamos el suficiente tiempo juntos?, ¿Cuándo le presto más atención: cuando se porta bien o cuando se porta mal? ¿Qué ocurre si mi hijo no obedece? ¿Cumplo con mi palabra? (por ejemplo, si le digo que va a estar castigado 1 semana sin la play, ¿cumple el castigo o se lo levanto antes?).
La respuesta a todas estas preguntas nos hará más fácil examinar qué es lo que podría estar fallando y, por tanto, nos dará pistas sobre como evitar que la situación se dé o que vaya a más.
¿Qué podemos hacer al respecto?
Aquí van una serie de recomendaciones para que no se nos atragante el manejo de la conducta de nuestros menores:
- Recompensa la conducta de tu hijo cuando haga algo bien. Por ejemplo, cuando esté jugando tranquilamente con su hermano sin pelear, vamos a decir: “Me encanta cuando jugáis tranquilos, ¿Puedo participar yo también?”.
- Cuando le regañes, no le digas solo que ha hecho mal; dale también una alternativa a su conducta y si es posible, explícale por qué lo que ha hecho está mal (recuerda, los niños necesitan una guía): “los papeles no se tiran al suelo porque ensucian la calle y contaminan. La próxima vez, tíralos a la papelera”
- Sé firme con las normas que estableces y sé consecuente con tu palabra. Si le has dicho que si no se come las lentejas no pueden jugar esta tarde a su juego favorito, procura que así sea. De lo contrario, el niño aprenderá que no cumples con tu palabra y que los castigos no sirven para nada.
- Proporcionar buenos modelos: una gran parte del aprendizaje se realiza por observación. Por ejemplo, si el niño ve que su padre está muy enfadado y está gritando o usando palabras mal sonantes, su cerebro se imagina igual de enfadado. No se trata de ocultar nuestras emociones, si no de demostrarle al niño que es posible sentir y expresar una emoción a la vez que se hace una buena gestión de la misma.
- Utiliza la empatía: la empatía va a ayudar al niño a identificar sus emociones, lo que va a contribuir a aumentar su inteligencia emocional y su autoconocimiento. Aunque no apruebes ciertos comportamientos del niño, puedes abordarlo desde un enfoque empático, en el que se valide la experiencia emocional del menor y se trate de buscar una alternativa juntos. Por ejemplo, una niña que se enfada y comienza a gritar en el súper porque no le hemos comprado lo que quería. En lugar de decirle “Cálmate ya. He dicho que no y es que no”, puedes decir “Estás enfadada porque tú quieres esa chocolatina”
Si percibes que tu hijo está teniendo dificultades para manejar su comportamiento o sientes que se te está yendo de las manos, no dudes en solicitar ayuda profesional. Un análisis objetivo acerca de vuestro entorno ayudará a establecer las pautas concretas que pueden ser útiles en tu caso. Y recuerda, a veces la mejor inversión para nuestros hijos/as es una inversión en nosotros/as mismas. Es decir, ser capaces de apuntar hacia el crecimiento personal y liberarnos de todos aquellos patrones que podrían estar afectando al menor y que suponen un obstáculo para alcanzar la calma y el sosiego en nuestros hogares.
Pilar Aguilera
Psicóloga general sanitaria en Zoraida Rodríguez Centro de Psicología
Contenido supervisado por Zoraida Rodríguez, directora de Zoraida Rodríguez Centro de Psicología.
Zoraida es una psicóloga sanitaria especializada en adultos desde 2005, con experiencia en temas como dependencia emocional, pareja, autoestima, depresión, trastornos de ansiedad y TOC, apoyo a la infertilidad y opositores. Además, cuenta con una acreditación en psicología deportiva y ha trabajado con equipos y deportistas de diferentes disciplinas. Actualmente trabaja en su propia consulta en Granada, involucrada en proyectos interesantes y entregando lo mejor de sí misma para ayudar a sus pacientes a lograr sus metas. Colegiada nº AO05484.