La vergüenza del cambio

Es una forma de llamarlo. Otras podrían ser el “tedio” o la “pereza” del cambio. Pero no deja de ser la idea que el otro día le trasmitía a mi fisio: “Laura, cuando un jugador siente molestias en los isquiotibiales o a un estudiante le salen contracturas en el cuello tras largas horas de estudio, no dudan en acudir a ti”. Lo que duele de forma física hace inevitable acudir a un especialista. Parece que se encienden las alarmas y nos falta tiempo para que, como deportistas, el estomatólogo nos revise esas naúseas, el pódologo la pisada o… el resto de los mortales ¡corramos a que nos saquen esa muela! ¿Qué pasa con el “dolor” psicológico?

verguenza

No he encontrado ningún manual que me dé una respuesta a esta pregunta; al menos ninguna respuesta que me parezca lo suficientemente razonable para entender por qué nos olvidamos del dolor emocional.

No somos máquinas, y al igual que el cuerpo no funciona como un reloj, tampoco lo hace ni nuestra mente ni nuestro corazón. Hay deportistas que sienten ansiedad ante la competición; sus nervios los traicionan y no compiten al nivel que entrenan. Otros, se vienen tan abajo con un marcador en contra que no son capaces de remontar hasta con rivales que presuponían más débiles. Y a otros, les invaden pensamientos y emociones negativos que parecen incontrolables y que los precipitan hacia los malos resultados. ¿A que sensaciones así nos resultan familiares?

Si no te sientes satisfecho contigo al cien por cien, si dudas de tu a href=»https://zoraidarodriguezvilchez.es/?p=1489″>valía o de lo capaz que eres, si no te atreves a luchar por lo que sueñas ¿a qué estás esperando? ¿A que la “enfermedad” acabe contigo y con tu felicidad?

¡Ah, ya recuerdo algunas de las respuestas que se dan a esta pregunta! Es que el cambio cuesta, ¿verdad? Hay que descubrir algunos aspectos que quizá no nos gusten de nosotros, hay que esforzarse cada día para no caer en la tendencia natural que hemos tenido hasta ahora y que nos ha ayudado tan poco. ¡Cada día! Qué pereza, ¿no? Con lo cómodo que sería que nos dieran una píldora mágica… Otras razones son la “vergüenza”. Me refiero al hecho de admitirnos a nosotros mismos (y también a los demás) que no éramos lo perfectos o fuertes (y por poner, valientes, persistentes, inteligentes…) como pretendíamos aparentar.

¿Es que se nos ha olvidado que somos personas de carne y hueso? ¿Qué igual que no hay dietas milagrosas ni músculos o técnica sin entrenamiento, no hay bienestar y éxitos si no trabajamos para ello? Hay deportistas que entrenan 4 o 5 horas diarias, olvidando su entrenamiento emocional; hay que entrenadores que quieren llegar lejos con su equipo y no trabajan para ser buenos líderes; hay personas que buscan el éxito en su trabajo sin mejorar sus competencias y cualidades… ¿Y si dejamos de lado la “vergüenza del cambio” y buscamos lo que realmente nos merecemos?

Zoraida Rodríguez Vílchez
@ZoriPsicologa PARA IDEAL GRANADA

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