Ser capaz de poner límites
En anteriores post hemos definido la asertividad como esa actitud de autoafirmación y defensa de nuestros derechos en la que expresamos nuestros sentimientos, preferencias y opiniones, respetando, al mismo tiempo lo de los demás.
Ser asertivo implica también ser capaz de poner límites. La dificultad que tenemos a la hora de defenderlos ante lo demás es que, en el fondo, no tenemos nada claro cuáles son nuestros límites.
Cómo identificar cuando han sobrepasado tus límites
Para empezar a conocer nuestros límites debemos considerarnos como un gran círculo, que a su vez, está compuesto con tres círculos concéntricos:
En el centro encontramos los valores. Son aquellas creencias, formas de percibir la realidad, de evaluar lo bueno y lo malo… que se han ido formando poco a poco en nosotros y en las que han contribuido nuestros padres, la educación que nos han dado, las experiencias vividas, etc. Están fuertemente arraigados en nosotros y si por algún motivo actuamos en contra de ellos, sentimos un fuerte malestar. Traicionar nuestros valores, es traicionarnos a nosotros mismos. Ejemplos de valores pueden ser la sinceridad, ser fiel, ser consecuentes con nuestras ideas, etc. Estos valores son tan fuertes, que si alguien o alguna circunstancia nos hace sobrepasarlos, nos sentimos mal con nosotros mismos.
Imagina que uno de tus valores es la honestidad. Si un amigo te pide el favor que mientas por él para escaparse de “un buen lío”, y cedes, te sientes muy mal contigo mismo, has traicionado tus valores, y al final, eso perjudica la relación con tu amigo, pues le guardas cierto rencor.
El segundo nivel o segundo círculo con el que nos encontramos son los hábitos. Se refieren a aquellas conductas que se han convertido en costumbres en nuestras vidas y nos sentimos bien realizándolos. Por ejemplo, un hábito puede ser telefonear a nuestros padres varias veces en semana, ir al gimnasio o quedar con nuestros amigos. Con los hábitos somos más flexibles que con los valores, pero aun así nos sigue molestando no realizarlos. Si nuestra pareja, por ejemplo, nos obliga con su comportamiento agresivo a dejar todos nuestros hábitos, nos podemos sentir anulados y no respetados. Si tenemos que dejar un hábito de forma puntual de lado, podemos sobrellevarlo. El problema es la frecuencia con la que traspasemos dichos valores, pues nos puede llevar a dejar de sentirnos nosotros mismos.
Finalmente, encontramos las preferencias, aquello que nos gusta pero que podríamos dejar de hacer sin problemas. Por ejemplo, podemos preferir ir a tomar algo el viernes por la noche en lugar de ir el sábado, pero a nuestro amigo le viene mejor el viernes. En este nivel, no se produce estrés al traspasar los límites, a no ser que suceda de forma repetida; es decir, nunca podamos ir al cine el día que preferimos, no podemos elegir dónde ir a cenar, qué día visitar a un familiar, a la hora de la reunión.
Tener unos límites propios claros es fundamental si queremos tener claro cuándo los hemos sobrepasado y por tanto, ser asertivos.
Zoraida Rodríguez Vílchez
www.zoraidarodriguezvilchez.es
Contenido supervisado por Zoraida Rodríguez, directora de Zoraida Rodríguez Centro de Psicología.
Zoraida es una psicóloga sanitaria especializada en adultos desde 2005, con experiencia en temas como dependencia emocional, pareja, autoestima, depresión, trastornos de ansiedad y TOC, apoyo a la infertilidad y opositores. Además, cuenta con una acreditación en psicología deportiva y ha trabajado con equipos y deportistas de diferentes disciplinas. Actualmente trabaja en su propia consulta en Granada, involucrada en proyectos interesantes y entregando lo mejor de sí misma para ayudar a sus pacientes a lograr sus metas. Colegiada nº AO05484.