Efectos de sobreproteger a los niños
La tarea de ser madre y/o padre no es nada fácil: es un trabajo de por vida en el que no se descansa y está lleno de responsabilidades. La realidad es que no hay una fórmula mágica ni una manera infalible para hacerlo, a pesar de que desde el plano social nos inculquen creencias a modo de “mandamientos que todo buen padre/madre debe seguir”.
¿Qué peligros conlleva la sobreprotección?
Uno de estos mandamientos es la sobreprotección, la cual tiene su origen en llevar al extremo la creencia de que debemos ofrecer siempre a nuestros hijos lo mejor.
Cuando hablamos de sobreprotección, os referimos a hacer por el niño o adolescentes cosas que pueden hacer por ellos mismos y para las que sí están preparados:
- Cuando le doy de comer a mi hija de 5 años porque no le gusta la comida.
- uando le ordeno el cuarto o le preparo el desayuno para el colegio a mi hijo/a adolescente.
- Cuando no dejo que vaya a una excursión escolar por miedo a que le pase algo.
- Cuando visto a mi hijo de 6 aunque él/ella sepa hacerlo sólo/a.
- Cuando mi hijo viene refiriendo problemas con un profesor/a o con un amigo y se los solvento yo.
- Cuando selecciono sus amistades.
- Cuando va a cumplir la mayoría de edad y me encargo yo del papeleo o de la búsqueda de información para sus estudios.
Estos son algunos ejemplos, pero existen muchos otros. Cuando sobreprotegemos, lejos de hacerles un favor, les estamos convirtiendo en personas dependientes, con escasas herramientas para enfrentarse a la vida y a la resolución de conflictos que forman parte de ella.
Nuestra labor como padres no es solucionarles la vida o resolver todos sus problemas, sino educar para ayudarles a crecer y a ser autónomos. Así, cuando llegue el momento en el que sean independientes, puedan desenvolverse y desarrollarse por sí mismos y no nos necesiten.
¿Por qué sobreprotegemos?
Rara vez las cosas que tienen que ver la salud mental se deben a una única causa o factor. Y esta vez no iba a ser diferente. Los motivos por los que sobreprotegemos son múltiples, a la par que variados, pero están muy relacionados con las creencias que a lo largo de nuestra vida vamos aprendiendo.
Una creencia es una forma de interpretar el mundo que yo, en base a lo oído, vivido, leído y/o aprendido, he formado. No es una realidad en sí, si no es una realidad que yo he construido. Y no es que sean malas o perjudiciales para nosotros. Al contrario, es una forma que tiene mi cerebro para no consumir tantos recursos. El problema es cuando estas creencias son erróneas o limitantes:
- Siempre dependerán de mí.
- Será feliz si se lo doy todo.
- Si yo no le ayudo, mi hijo no es capaz de hacer las cosas bien.
- Quererlo equivale a hacerle todo.
- Debo ser la madre/padre perfecta/o.
- Le sobreprotejo por su bien.
¿Te sientes identificado/a con alguna de ellas? El primer paso para empezar el cambio es conocerlas y saber que, lejos de ayudarles, les limitan y no les permiten avanzar.
“No hay que preparar el camino para el niño, sino al niño para el camino”
Así que padres y madres, lectores de este post, ayudamos mucho más a nuestros hijos cuando les enseñamos a ser responsables de sus acciones, a esforzarse en conseguir cosas y a salir fortalecidos después de cada error.
Educar en la responsabilidad es un proceso más lento y complejo, pero necesario.
Sara López Guerra
Psicóloga de Zoraida Rodríguez Centro de Psicología
Contenido supervisado por Zoraida Rodríguez, directora de Zoraida Rodríguez Centro de Psicología.
Zoraida es una psicóloga sanitaria especializada en adultos desde 2005, con experiencia en temas como dependencia emocional, pareja, autoestima, depresión, trastornos de ansiedad y TOC, apoyo a la infertilidad y opositores. Además, cuenta con una acreditación en psicología deportiva y ha trabajado con equipos y deportistas de diferentes disciplinas. Actualmente trabaja en su propia consulta en Granada, involucrada en proyectos interesantes y entregando lo mejor de sí misma para ayudar a sus pacientes a lograr sus metas. Colegiada nº AO05484.
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