Cómo superar un trauma infantil en la edad adulta
¿Qué es un trauma infantil?
Cuando escuchamos la palabra “trauma” a veces nos asustamos. Es una palabra que se asocia a haber vivido desastres naturales, abusos sexuales o grandes accidentes. Sin embargo, la palabra trauma, en su origen en griego, significa herida. Y así vamos a entender el trauma, como una vivencia en la vida de la persona que genera una alta intensidad emocional, que nos ha marcado y que condiciona negativamente nuestra vida, siendo duradero para la persona.
Las clasificaciones psicológicas con respecto al trauma diferencian entre dos tipos principalmente: los traumas con “T” mayúscula (maltrato, abuso sexual, catástrofes…) y traumas con “t” minúscula (deprivación, negligencia, culpabilización, falta de cuidado parental o de figuras de apego…).
Las experiencias o eventos traumáticos suelen ser más frecuentes en etapas donde mayor vulnerabilidad mostramos, como la infancia, donde necesitamos más cuidados y dependemos de otras personas. Cuando ocurren a edades tempranas, impactan de manera directa en nuestro desarrollo a nivel cerebral y de identidad. Esta situación puede verse reflejada en síntomas como problemas de sueño, enuresis o problemas de conducta.
Por tanto, un trauma en la infancia será algo que ocurre en la vida del niño, y que emocionalmente genera dolor. Solemos verlo en el tipo de apego que han tenido de pequeños, época en la que los bebés necesitan el cuidado y la cercanía de las figuras de apego para sentirse protegidos y seguros.
Signos de un trauma infantil en adultos
Estas situaciones no solo afectan al momento en el que ocurre, sino que marcarán o influirán en la mayoría de los casos sobre nuestra personalidad, es decir, la manera de relacionarnos otras personas, actuar de diversos modos en un contexto o nuestra visión del mundo. Esto originará que, en nuestra etapa de adultez, nos adaptemos de manera ineficaz ante determinadas situaciones debido a las implicaciones en la autoestima, confianza o autonomía, afectando a la vida diaria sobre el área personal, laboral, social e íntimo.
La sintomatología más común en los traumas T (aquellos que implican gran daño físico o peligro) son los recuerdos y la re-experimentación de la situación traumática, criterio que se especifica en un trastorno de estrés postraumático. Estos recuerdos o fragmentos, ya que se suele tener una memoria confusa del evento como mecanismo de defensa, se activan con sensaciones auditivas, visuales o corporales, lo que evoca síntomas ansiógenos, sensaciones de pánico, disociación o periodos de amnesia. Sin embargo, en los traumas de apego o del desarrollo lo que se suele ver es la inestabilidad emocional, donde la persona no es capaz de regularse emocionalmente por sí solo, ya que no se les ha enseñado a transitar ni a entender sus emociones, produciéndose en el adulto ansiedad, problemas de ira, estado ánimo bajo, etc. También encontramos somatizaciones, las cuales se verán a través de síntomas físicos, problemas de autoestima, problemas en las habilidades sociales o trastornos de personalidad.
¿Por qué es difícil superarlo?
La superación o intervención del trauma reside en el trabajo sobre esas huellas del trauma. El evento no se puede borrar o rehacer, sin embargo, esas sensaciones adversas en el momento presente sí pueden ser modificadas, otorgando nueva sensación de control, manejo de las emociones, liberación de culpabilidad o vergüenza, entendimiento, comprensión y estrategias de afrontamiento entre otros.
Para ello, trabajamos sobre el entendimiento de qué cosas han pasado en nuestra vida, qué nos genera y en qué situaciones suelen aparecer. Nuestro cuerpo responde automáticamente con el aprendizaje que aprendió en el momento del trauma, pero no entiende que eso fue en el pasado y que ahora, estamos a salvo. Por eso el proceso es difícil, porque está muy automatizado.
Pasos para poder superar un trauma infantil como adulto
Para poder superar el trauma infantil en la adultez, utilizamos diferentes herramientas, intentando tener un enfoque integral de todas las áreas que se van a ver afectadas: cognición, emoción, sensación corporal, percepción sensorial…
Algunas de las herramientas que utilizamos es el mindfulness, que nos va a permitir trabajar con la autorregulación, gestionando así la atención, la regulación emocional y nuestra conciencia corporal. A su vez, utilizaremos técnicas de control de ansiedad, para regular la activación de nuestro cuerpo (ante situaciones traumáticas, el cuerpo aprende que tiene que estar en estado de alerta constante), como puede ser la respiración y técnicas de relajación. También será importante trabajar la parte de las creencias, de cara a poder conectar con imágenes, recuerdos, identificando las creencias irracionales y pensamientos y emociones asociadas, sin olvidarnos del cuerpo, ya que todo lo que vamos a sentir, se va a ver reflejado en el mismo.
Es un proceso muchas veces duro, porque implica conectar con cosas desagradables de nuestro pasado, pero también es un proceso en el que vamos creciendo y dándonos lo que necesitamos, entendiéndonos más y ayudando a construir apegos seguros y gestionar el malestar ante las situaciones que, anteriormente, nos generaban dolor.
Jessica Morillas Hyde
Psicóloga general sanitaria en Zoraida Rodríguez Centro de Psicología
Contenido supervisado por Zoraida Rodríguez, directora de Zoraida Rodríguez Centro de Psicología.
Zoraida es una psicóloga sanitaria especializada en adultos desde 2005, con experiencia en temas como dependencia emocional, pareja, autoestima, depresión, trastornos de ansiedad y TOC, apoyo a la infertilidad y opositores. Además, cuenta con una acreditación en psicología deportiva y ha trabajado con equipos y deportistas de diferentes disciplinas. Actualmente trabaja en su propia consulta en Granada, involucrada en proyectos interesantes y entregando lo mejor de sí misma para ayudar a sus pacientes a lograr sus metas. Colegiada nº AO05484.