Agresividad en la adolescencia - Centro de psicología Zoraida Rodríguez

Agresividad en la adolescencia

La agresividad es una tendencia a actuar o responder de forma violenta. A menudo, estos comportamientos son una forma de gestionar emociones como la ira o la frustración, o como estrategia para aumentar la sensación de control sobre la situación o los demás imponiéndose.

Por qué aparece la agresividad en la adolescencia

La adolescencia es una época de cambios grandes, tanto a nivel físico como emocional. Hay veces que adaptarse a ese nuevo cuerpo o tener que manejar emociones complejas causa bastante irritabilidad y frustración, exteriorizándose en forma de conducta agresiva.

Las causas del comportamiento agresivo pueden ser diversas. Algunos de los factores que pueden influir en los adolescentes para comenzar a desarrollar conductas agresivas son:

  • Temperamento. Al igual que hay personas más calmadas, también las hay con un carácter más fuerte o reactivo. El temperamento es algo que viene determinado biológicamente, pero esto no quiere decir que el contexto, la experiencia o la educación no puedan moldearlo.
  • Estilo educativo autoritario en casa. Un estilo de crianza basado en la coerción, donde los gritos, los castigos estrictos, o incluso algún que otro azote, están permitidos, a la larga suelen funcionar como un modelo de conducta que acaban copiando los adolescentes y se vuelve en contra nuestra. Vuestros hijos aprenden dos cosas: a esconder sus emociones, y en consecuencia, a no saber gestionarlas y, por otro lado, a ver el comportamiento agresivo como una estrategia válida para conseguir lo que quieren.
  • No poner límites. Tan malo es el estilo anterior como carecer de normas en casa. Puede que lo hagamos con el fin de evitar conflictos, pero la ausencia de normas en casa desde la infancia impide que se desarrollen estrategias de regulación de comportamientos y emociones que posteriormente pueden desembocar en conductas agresivas cuando hay un déficit de habilidades para resolver conflictos. O sencillamente porque, si no hemos puesto un límite nunca, ahora no va a ser bien recibido.
  • Haber sido o ser víctima de acoso escolar o de cualquier otro tipo de abuso. Situaciones como estas pueden provocar emociones muy intensas como la tristeza, el sentirse humillado que se van acumulando y a veces se van convirtiendo en un sentimiento de resentimiento que cuando se acumula acaba explotando en forma de comportamiento agresivo.
  • Adicciones, tanto a sustancias (como el cannabis o el alcohol) o comportamentales (cuando no hay una sustancia de por medio), como la adicción a las nuevas tecnologías.
  • Pasar por un momento familiar estresante como problemas económicos, divorcio, problemas con alguno de los progenitores, pérdida de un ser querido…

Cómo se muestra esta agresividad

Las conductas agresivas pueden aparecer de muchas formas y con diferentes intensidades. Algunas de estas son:

  • Enfadado-irritabilidad. A menudo pierden la calma, se muestran susceptibles y se enfadan con facilidad. Este enfado puede mostrarse en diferentes intensidades, generalmente con actitudes bruscas y de forma verbal (comentarios agresivos, humillaciones, insultos…), aunque en casos más extremos pueden reaccionar rompiendo cosas, lesionándose o intentando agredir a los demás.
  • Actitud desafiante. Discuten mucho con personas con autoridad o con los adultos, desafiando activamente o negándose a ceder ante los demás (aunque les beneficie). Suelen llevar la etiqueta de “molestos”, porque tienen a incordiar deliberadamente a los demás y después evaden su responsabilidad.
  • Actitud vengativa. Se muestran rencorosos con los demás cuando algo no sale como ellos quieren o se les pone algún tipo de límite.
  • Baja tolerancia a la frustración. Lo que les lleva a actuar de forma impulsiva muchas veces, con poco autocontrol y sin medir las consecuencias o el impacto de su comportamiento.
  • Falta de habilidades sociales para gestionar los conflictos o resolver problemas.
  • Otras. Una de las consecuencias de su comportamiento suele ser el bajo rendimiento escolar y el aislamiento social que reciben por parte de sus iguales.

Es importante hacer referencia a que estamos hablando de conductas, que se dan en un determinado contexto y que de alguna forma se están reforzando. Esto quiere decir, que, si hay algo que las mantiene, se puede detectar y trabajar para sustituir estas conductas por otras mucho más adaptativas.

Cómo abordar el tema

No recurrir a conductas agresivas por nuestra parte

Es fácil que, en un momento de desesperación como padres, nuestro primer impulso sea responder gritando, o incluso perder los papeles y acabar zarandeando o pegándoles. Puede que, en un primer momento, paren. Sin embargo, a la larga, lo único que hacemos es reforzar que se repitan estos comportamientos.

Ser un ejemplo positivo para ellos

Además de estar mostrándoles un modelo de conducta del que poder aprender, si nos mantenemos relajados y mostramos paciencia ante una situación tensa va a ser más fácil resolver el conflicto y ayudar al adolescente a que consiga calmarse poco a poco. Es un ejercicio difícil, pero si nos paramos a pensar en todas las cosas que hemos intentado y no han funcionado, merece la pena darle una oportunidad.

Hacer un esfuerzo por comprender y promover la comunicación

Recuerda que muchas veces las conductas agresivas se producen por una escasa habilidad de gestión emocional y de resolución de problemas. Este tipo de conductas son la señal de que tu hijo/a adolescente necesita ayuda. Te animo a que intentes recordar cómo eras tú como adolescente, intenta recordar los aspectos negativos de esa etapa. Tu hijo/a está pasando por lo mismo y aunque se enfade con todo y con todos, aunque no lo parezca, lo pasa mal.

Cuando tenemos paciencia y hacemos un esfuerzo por comprender, se sentirá aceptado y protegido, algo que todavía necesita de sus padres. Hazle saber que estás a su lado y que puede recurrir a ti en cualquier momento, para ayudarle y orientarle a que exprese su rabia y frustración de una forma más adaptativa.

Establecer normas y límites

Uno de los errores más frecuentes que vemos en consulta es que este tipo de adolescentes no tienen unas normas o límites fijados. Muchas veces porque la relación está tan deteriorada que cedemos para no perder la poca “buena” relación que tenemos con ellos, o incluso por miedo a lo que puedan hacernos.
Sin embargo, las normas y límites ayudan a mejorar la convivencia en el hogar. También son la única forma de ir aprendiendo que no todo vale y aprender a tolerar la frustración. Que estas conductas agresivas no tengan consecuencias encaminadas a limitarlas, hace un flaco favor a los adolescentes, que pueden acabar convirtiéndose en adultos irascibles que no tienen control.

Recibir orientación profesional

Cuando la situación está fuera de control y sobrepasa a todos, o las conductas agresivas suponen un peligro para el propio adolescente y/o las personas de su entorno, la ayuda de un profesional que actúe como mediador/a puede proporcionar estrategias efectivas tanto a los adultos (establecer normas, límites…) como a los adolescentes. Y recuerda, detrás de este patrón de comportamiento hay un adolescente que necesita ayuda porque no sabe cómo resolver sus problemas o gestionar sus emociones.
Si en casa os sentís identificados y queréis mejorar el clima que hay en casa, podéis recurrir a nosotras, os esperaremos siempre con la mejor intención de ayudaros.

Ana Soria
Psicóloga de Zoraida Rodríguez Centro de Psicología

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